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miércoles, septiembre 12, 2007

¡Ay Amor! Ya no me quieras tanto


EL AMOR FATUO

Una de las relaciones más hermosas, espiritualmente importante y con un gran potencial para generar crecimiento, es la que se establece entre un hombre y una mujer. Sin embargo, como sabemos por experiencia, también representa un gran desafío.

De hecho, una de las formas más poderosas en las que evitamos el crecimiento, la responsabilidad y el esfuerzo que implica el verdadero amor, el genuino y fructífero encuentro con otro ser humano, es perdiéndonos en interminables relaciones dramáticas, abusivas, adictivas y fantasiosas; que poco tienen que ver con la experiencia del amor, sino más bien con la necesidad, la carencia, la ignorancia y nuestras tendencias destructivas. Repetimos los mismos patrones degradantes y absurdos una y otra vez, las cuales nos llevan a experimentar gran dolor emocional y nos alejan cada vez más de la dicha, la paz y expansión del verdadero amor.

Este es el caso del amor fatuo o infatuación del cual hablaremos hoy, que parece ser amor, pero solo es un remedo empalagoso, tiene un disfraz de cuento de hadas que “casi” pasa por perfecto. Para entender este fenómeno emocional, es necesario que entendamos dos cosas, la dificultad de la vida de pareja y qué es el mecanismo de defensa de la proyección.

¿POR QUÉ SON DIFÍCILES LAS RELACIONES DE PAREJA?

Existen diferentes causas, una de ellas es que en las relaciones de intimidad se afectan y se activan los problemas más profundos vinculados a nuestra personalidad y a nuestro pasado, pero que aún están sin resolverse internamente. En las relaciones de pareja podemos reproducir el tipo de relación y conflictos que tuvimos en nuestra infancia, con nuestros propios padres o que ellos a su vez, tuvieron en su relación de pareja. A través de los padres aprendimos lo que una relación de pareja puede o debe ser y tendemos a repetir lo aprendido, cuando no trabajamos en nosotros mismos para no repetir la historia. De esta manera, la relación de pareja nos pone frente al espejo.

También la relación de pareja demanda nuestras mejores virtudes y valores para poderla sostener en el tiempo, el amor, en cualquiera de sus formas, pone a prueba nuestra personalidad completa. El amor verdadero apela a la expansión de la propia libertad, a una transformación interior; el amor nos transforma, pule y eleva nuestra conciencia, a condición que seamos dóciles a su sabiduría.

LA PROYECCIÓN

Consiste en atribuir a los demás, impulsos propios considerados indeseables o desaprobados por uno mismo a otros objetos o personas. Se apoya en un deficiente auto-conocimiento, en el temor a ser rechazado y se evita la responsabilidad que implica ser lo que se realmente somos y experimentamos interiormente. Es un rechazo a sentimientos, ideas, deseos, impulsos propios. A nuestras luces o sombras, cualidades o defectos. Puede manifestarse en dos formas:

· Al ignorar o negar nuestros rasgos negativos, podemos optar por proyectarlos, o verlos en nuestros semejantes, en especial en la pareja, hijos o personas cercanas. Les vemos a ellos las características o defectos negados. Así puedo convertir a mi pareja en el bote de basura en el cual arrojo todo lo que no me gusta de mi mismo. Por ejemplo, si yo no me amo, culpo a mi pareja de no amarme; si yo no me respeto, culpo a mi pareja de no respetarme, si en el fondo me considero poco inteligente, veo como estúpido a mi pareja etc.

· Proyectar en los demás o en la pareja mi propio potencial luminoso, el propio potencial de cualidades positivas pero que no he activado y me son desconocidas o ya las tengo pero no las reconozco, las niego, minimizo o menosprecio. Idealizo a la pareja y me descalifico yo. Tomo en la relación una postura pasiva, de espectador y especialmente admirador. De este enfoque se desprende el amor fatuo.

EL AMOR FATUO

Fatuo viene de la raíz latina que significa “tonto”. Es cuando proyecto inconscientemente en otro ser humano cualidades que yo admiro o deseo tener pero que esa persona realmente no tiene. Dado que no lo conozco realmente y no me interesa hacerlo, le pego arbitrariamente mis propios deseos insatisfechos. Esto me lleva a idealizarlo, lo convierto en un “príncipe azul” o “princesa rosa”.

Así, en mi imaginación, la pareja es un caudal de virtudes y cualidades positivas que son irreales y me considero a mis mismo deficiente y precario que necesita como al aire a “ese angel de luz” para vivir, para por fin ser alguien importante por solo estar a su lado.

Al idealizarlo lo transformo en el objeto de mi admiración, deseo, apego y dependencia, pero también de mis expectativas. Conquistarlo, complacerlo y ajustarlo a mi fantasía se vuelve el objetivo de mi vida. Es un ensueño eufórico, lleno de apego y irrealidad. Imagino que la relación con esa persona “ideal”, es lo que hace que mi vida valga la pena, la necesito para ser feliz.

Esta fantasía es infantil pues carece del soporte de la realidad. Puede durar unos instantes o años y puede darse en cualquier relación: romántica, de amistad, con líderes, políticos, figuras públicas, padres-hijos y hasta en regímenes políticos.

El verdadero amor se basa en el conocimiento y valoración de lo que el otro es realmente. Por ello la infatuación no es verdadero amor, es un mal remedo.

Es un impulso egocéntrico, una proyección de mis deseos y necesidades insatisfechas. Hago depositaria a la persona “amada” de mis deseos y fantasías y me importa poco si no coincide con la realidad del otro; me basta con yo creerlo y desearlo. Es una falta de respeto al verdadero ser del otro y una negación de mi mismo; por eso es un enemigo del amor. El verdadero amor es sabio y luminoso, no torpe, miope, infantil, evasivo y manipulador como lo es la proyección.

En realidad se trata de un enemigo interior que mi impide conocerme y aceptarme y relacionarme con amor genuino. Es necesario trascender esta tendencia para estar preparado para el verdadero amor, el cual nos permite ver al otro como verdaderamente es y así amarlo. Necesito primero conocerme, amarme y valorarme a mi mismo para ser capaz de ofrecer este amor y valoración a los demás. Necesito responsabilizarme de mi propio crecimiento y necesidades insatisfechas para no usar a los demás como evasión.

Este tipo de relaciones se basan en nuestras sombras y deficiencias de carácter y heridas emocionales del pasado que no queremos enfrentar y resolver; tales como el miedo a la vida, al crecimiento, a la responsabilidad y despiertan en nosotros sentimientos tales como: desconfianza, necesidad de controlar al otro, lucha de poder, sometimiento, dependencia, resentimientos y violencia.

Estos estados nos impiden conocer y nutrirnos del verdadero amor y quedamos atrapados en sucedáneos, en remedos y caricaturas de él. Así fantaseamos que con cambiar de pareja es suficiente, sin embargo, como no cambia mi entendimiento ni hay crecimiento personal, cambio de pareja y se vuelve el mismo infierno pero con diferentes diablos.

AGRESIVIDAD ENMASCARADA EN LA INFATUACIÓN

Es una auto-agresión porque al evadir o negar mis necesidades más profundas no me atrevo a comprometerme con mi propio crecimiento real y vivo de fantasías y placebos. Si esa persona está conmigo creo que ya no necesito crecer, ni acometer mis verdaderos desafíos, ni enfrentar mi propia confusión, dolor y vacío interior. Conquistar a esa persona, que mi vida gire el rededor de ella, se vuelve un buen anestésico para la angustia existencial, surgida de mi no crecimiento.

SOLUCIÓN

En una verdadera recuperación deben darse dos procesos:

· Descubrir, cultivar y experimentar en nosotros mismos las cualidades que veíamos y admirábamos en el otro.

· Ver al otro como realmente es. Respetar y valorar en sus verdaderas cualidades y necesidades y comprender sus limitaciones sin aversión.

Hasta que no descubramos lo que esconden estos dramas, nuestra vidas estará llena de decepciones y frustraciones continuas. Fantaseando que con este tipo de ilusiones se llenarán las necesidades infantiles insatisfechas que deben ser atendidas personalmente con ayuda, valentía y responsabilidad.




2 Comments:

Blogger Heba said...

Ambivalente Abraxas. Tenemos idéntico gusto pues decoraste el bloc igual a uno que abrí hace tiempo y que perdí por la red. Tenía una sola palabra: DRALA que en tibetano significa "mas allá del conflicto","más allá de los contrarios". Lo que planteas sobre el amor fatuo casi que a ratos me hizo sonrojar, entendiendo las máscaras que usamos en nuestras relaciones. Aunque es complejo cuando decides amar a alguien sin pedir nada porque es dificil prescindir de ese sentimiento, así el supuesto se mantenga en una inopia permanente.

5:06 p.m.  
Blogger Abraxas said...

Hola Heba, gracias por la visita y tus comentarios.Me gusta este termino que me compartes, no lo conocía. DRALA.

Te entiendo, el amor también es un dar y recibir, nutrir y nutrirse. El equilibrio es importante.
saludos

9:23 p.m.  

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