"La obra de Arte más bella del mundo: el Mahesh Murti de Elephanta. Es la única obra que ha sido hecha desde la meditación." Krishnamurti,Tradición y Revolución.

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sábado, junio 18, 2005

¿Macho Yo?



Mucho se ha hablado del machismo y mucho se ha sufrido con él en la historia de la humanidad. Lo han sufrido las sociedades, las familias, el hombre y la mujer individualmente. Si, el machismo es una actitud para enfrentar la vida basada en creencias limitantes heredadas. En él, el hombre debe mandar y la mujer obedecer. Aún si la mujer es más sabia que él, pues lo importante no es la verdad o la sabiduría, sino el dominio y el bienestar del más fuerte física o económicamente.

En el machismo la mujer es menos que nada, no por sus defectos personales, sino solo por el hecho de haber nacido mujer. Y por otro lado, el hombre es el “rey”, no por sus méritos y cualidades individuales, sino solo por ser hombre. Se espera que al hombre se le de un trato de rey: no se le exija, no se le mande, no se le cuestione. Se le otorga la categoría de “rey” no como un reconocimiento a sus múltiples obligaciones con su familia, ni por su servicio, sabiduría y entrega a ella. No, se le trata como rey porque así lo dice la tradición y por que si no, se puede enfurecer y golpear o puede irse y abandonar a la familia y a los hijos, dado que el no se compromete profundamente con nadie, solo con su propio bienestar y placer.

Por eso el macho es egocéntrico e inmaduro, no considera que tiene el deber de responder de sus actos, como todos los demás, ni entregarse o comprometerse con el amor, con sus relaciones. El cree que por ser hombre tiene permiso para dar rienda suelta a sus pasiones y huir cuando lleguen las consecuencias. Como se considera “perfecto”, cuando algo sale mal, siempre es por culpa de la mujer. Es decir, se le permite o estimula a no ser responsable de sus actos y decisiones y no hacer frente a las consecuencias. Muchos machos cuentan con la sobreprotección de sus propias madres, de sus padres e incluso hermanos o hermanas. Los protegen y los salvan de toda responsabilidad, pues consideran que los hombres deben tener más derechos que obligaciones.

Como hemos compartido en otros artículos, sabemos que para madurar se requiere ser responsable e integrar y desarrollar nuestro potencial, el cual es femenino y masculino. Así, culturalmente se espera que el hombre tenga un lugar de privilegios dentro de la sociedad, por encima de la mujer, y esta visión por supuesto se reproduce en las familias, en especial las familias latinas: muchos derechos y poca o ninguna responsabilidad. Sin embargo, en toda legislación justa en el mundo, a cada derecho le corresponde una obligación y a cada responsabilidad le corresponde un derecho.


Con esta mentalidad, fomentamos que los derechos y prerrogativas en una sociedad, no se obtengan debido al reconocimiento de nuestras cualidades humanas , esfuerzo y servicio que ofrecemos a los demás, sino por “derecho de nacimiento”, otorgando o negando derechos en razón al sexo con el que nacimos. Esta mentalidad es la raíz de las monarquías que las instituciones republicanas cuestionaron, es la base de la esclavitud y la discriminación racial; en donde los blancos pueden creerse superiores a los negros, o a otras razas, con más derechos; no por sus cualidades, sino por su color o raza simplemente.

Así que ¿Cómo podemos tener autoridad y firmeza suficiente para exigir nuestros derechos en Estados Unidos, si aún no conquistamos nuestro derecho de ser tratados con justicia, respeto y dignidad dentro de nuestra propia familia, como demandar derechos si no cumplimos con nuestras obligaciones?

¿A QUIEN AFECTA EL MACHISMO?

Por esa injusticia básica el machismo contrae y lastima la vida de muchos:

Lastima a su sociedad porque al menospreciar los valores de lo femenino, perpetúa una cultura de abuso, injusticia e ignorancia en donde todo el potencial de lo femenino: amor, intuición, creatividad, relación, colaboración, nutrición, unidad, servicio, es descalificado y destruido. Entonces la sociedad se guía por la ley del más fuerte.

También lastima a sus seres queridos porque parte del supuesto de que la familia debe estar subordinada a los caprichos, ignorancia y brutalidad del macho. Que el hombre nunca se compromete con la familia ni el amor. Que él nació para pasarla bien y ser servido, para imponer su voluntad a la buena o a la mala. Que sus necesidades, deseos y criterios deben estar por encima de las de los demás.

Esta mentalidad promueve relaciones de co-dependencia, irresponsabilidad, maltrato e injusticia. Elimina la posibilidad de madurez en hombres y mujeres, pues para madurar se requiere ser responsable e integrar y desarrollar nuestro potencial, el cual es femenino y masculino.

Lastima fundamentalmente al mismo macho pues lo reduce a conductas primitivas e impulsivas, y en no pocos casos, a un semental y a un ser inconsciente y brutal. Le hace creer la peor de las mentiras: que el no tiene necesidad de crecer y evolucionar, que ya nació “perfecto”. Termina siendo temido, solo y muchas veces excluído.

Impide las relaciones de pareja genuinamente amorosas, cierra la puerta del encuentro amoroso sano, basado en el respeto, el apoyo mutuo y la búsqueda del desarrollo individual. En él sólo existe una posibilidad: el dominio y el sometimiento, el abuso y el miedo y en su cara más obscura: la crueldad y el silencio de la mujer. Esto termina por destruir lo mejor del ser humano: el amor, la unión y el verdadero encuentro.

ESTAMOS CAMBIANDO

Antiguamente, los hombres se ufanaban de ser “bien machos”, incluso las películas y las canciones alababan a los hombres abusivos, bravucones, echadores, borrachos, mujeriegos, jugadores, desconfiados, fríos y distantes. Muchas canciones tuvieron éxito insultando y destruyendo la dignidad de las mujeres. En el cine, si una mujer se mostraba dominante o afirmada, en un “final feliz”, ella debía ser despreciada, abandonada o dominada. Entonces la concurrencia volvía a respirar con tranquilidad, pues la cultura del macho había sido protegida y preservada.

Por nuestra parte, las mujeres nos adaptamos al sistema y no solo lo aceptamos sino que incluso lo reprodujimos a través de la educación de nuestros hijos: los derechos para los hombres y las obligaciones para las mujeres de la familia. Las mujeres terminamos riéndonos de nuestra propia desgracia o lamentándonos pasivamente de ella. Sin embargo, creamos al “coco” y luego nos espantamos de él, porque también somos co-rresponsable del sistema que terminó por darnos el lugar de esclavas o de objetos sexuales. Recuerda que para bailar un tango se necesitan dos.

Actualmente aún preservamos estas creencias con nuestras actitudes, con nuestras decisiones. Aún creemos que necesitamos un príncipe azul que nos rescate o nos de un lugar en la sociedad. Nada más que ahora nos convertimos en “mujeres seductoras” para lograrlo. Ahora las canciones y películas enfatizan la utilización sexual de la mujer como nunca antes.

A las mujeres les cuesta trabajo darse cuenta como contribuyen a preservar esa cultura pues ahora el machismo con su inseparable compañera “el hembrismo” son más light en algunos casos. Una situación muy común es la falta de equilibrio y justicia en el reparto de derechos y obligaciones en el hogar o en la toma de decisiones importantes, o en la dependencia mutua de muchas parejas.

Muchas mujeres crecen aún creyendo que sus valores, creencias y necesidades no tienen importancia, o deben estar en segundo plano o que deben vivirse en forma oculta y subterránea, y que es ella quien cargar con la mayor parte de responsabilidad del bienestar de la familia. Y que el equilibrio familiar dependerá de cuanto la mujer se niegue así misma y se sacrifique por los demás.

CAMINOS DE SOLUCIÓN

La salida a todo problema humano, siempre es el crecimiento, que inicia por aceptar y darnos cuenta de nuestra situación presente y asumir la responsabilidad personal que nos corresponde para hacer cambios de actitud, dejando de buscar las soluciones en los demás. El machismo es la cara obscura y destructiva de lo masculino, es su distorsión, su caricatura. El “hembrismo” , mujeres abusivas e irresponsables, dominadas por sus propias pasiones, que imitan el modelo del macho es un intento nefasto de solución con graves consecuencias.

La solución está en el individuo que trabaja en sí mismo aporta su crecimiento a la familia, donde sus cambios pueden tener una gran influencia. La familia también debe hacer cambios, por ejemplo respetando la individualidad de sus integrantes, la libertad, las necesidades y derechos de todos, así como la distribución justa de las obligaciones y responsabilidades. Esta es el crecimiento o evolución que la familia aporta a la sociedad. Un individuo evolucionado genera una familia mejor, una familia sana, creará una sociedad justa y sabia.

Equilibrar derechos y obligaciones, valorar y promover los valores de lo femenino y masculino en forma equilibrada es el camino de desarrollo para individuos familias y sociedades. La sociedad se nutre de los valores de la familia; de hecho, la sociedad es el reflejo de ésta; así un grupo de familias de machos seguirán creando naturalmente sociedades machistas, sin solidaridad y abusivas.

Aún tenemos un maravilloso reto de crecimiento al interior de nosotros mismos y de las familias; los hijos deben aprender que hombres y mujeres tenemos los mismos derechos y que a cada derecho le corresponde una obligación, que crecer en el amor y en las relaciones humanas es evolucionar. De no ser así, los hombres continuaran siendo seres inmaduros y no realizados, las mujeres dependientes, resentidas y sometidas y las parejas no lograrán encontrar el amor maduro, libre, comprometido y responsable. Las familias seguirán sufriendo las aberraciones de la cultura del macho: la cultura del abuso, la crueldad, la evasión y la irresponsabilidad. Las sociedades seguirán siendo represoras pero no educadoras.

Para mantener el sistema del machismo se requiere al macho y a una mujer sin identidad y sin autoestima que permita el abuso. Por eso el reto es para ambos sexos, no solo para el hombre, la mujer también tiene que aprender a vivir ejerciendo sus derechos, respeto sus necesidades individualidad y asumiendo responsabilidad personal y trabajando por su propio desarrollo, dejando de buscar a la fantasía de un príncipe azul que la rescate.

Por su parte los hombres necesitan descubrir una nueva forma de ser “hombres” , una nueva forma de afirmar su masculinidad sin abusar de los demás, soltando su egoísmo limitante y abriéndose al verdadero amor, al verdadero encuentro. El descubrimiento de lo masculino profundo está por descubrirse y conquistarse aún y habrá resistencias pues implica el reconocimiento e integración de lo femenino profundo dentro de nosotros mismos primeramente.

Es un nuevo modelo que sí afirma lo femenino, pero también celebra la vitalidad y poder masculinos. No se trata de un hombre afeminado, domesticado y blando sino un hombre que ha podido integrar sus dos hemisferios cerebrales, sus dos poderes: femenino y masculino. Ahora no solo es fuerte y valiente, también es nutricio y sanador, creativo, generador de vida; puede actuar desde la intuición, expresar con espontaneidad sus emociones comprensivas y valorar las relaciones de igualdad y respeto mutuo. Es el rostro de lo masculino sagrado.