"La obra de Arte más bella del mundo: el Mahesh Murti de Elephanta. Es la única obra que ha sido hecha desde la meditación." Krishnamurti,Tradición y Revolución.

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¿Quieres ser feliz? Sé generoso. Dale crédito a las buenas cualidades de los demás, a las virtudes de los demás, a la bondad de los demás... vuélvete totalmente generoso si quieres ser feliz. ≈ Gurumayi Chidvilasananda

sábado, junio 18, 2005

Gratitud, Divino Tesoro



“Cuando bebes del manantial,
recuerda el origen”
Proverbio chino.



Nada más alentador y estimulante que una persona con un corazón agradecido. Nada nos infunde más alegría que dar con amor lo mejor de nosotros mismos sin esperar nada a cambio. Y aún más, si quien recibe nuestro regalo lo agradece con alegría, ya sea que donemos amor, amistad, comprensión, consejo, dinero, tiempo, servicio o trabajo, entonces, se produce un vínculo de amor entre ambos y la relación crece. Agradecer es reconocer y honrar el amor y la generosidad del otro, por pequeña que ésta sea. La gratitud nos une amorosamente a otro ser humano, o a Dios. Sí, por un instante somos uno.

Por otra parte, nada nos hace sentir peor, que dar con generosidad y que quien lo recibe lo califique de insuficiente o defectuoso; que lo reciba con indiferencia o incluso destruya, lo olvide, no lo valore. ¿Te ha pasado? Sí, la gratitud produce unión, amor y alegría y la ingratitud separación y tristeza y va minando en el otro el deseo de darnos más.

Este don divino surgido del corazón que es la gratitud, es un gran bien, atrae hacia nosotros la abundancia y la prosperidad, atrae la buena voluntad de los demás hacia nosotros y atrae las bendiciones de Dios. Por eso es un don divino en sí misma.

Todas las culturas y tradiciones espirituales, han dado una importancia especial a esta cualidad y han honrado y conmemorado el momento de agradecer, a través del diezmo, las ofrendas, los rituales, las celebraciones, el servicio altruista. Hay que saber agradecer para poder recibir más. Solo al agradecer recibimos plenamente el regalo.

La gratitud es un reconocimiento a la generosidad de Dios en nuestras vidas, de su sostén y bendiciones, las cuales nos llegan a través de muchas personas, acontecimientos, lecciones e incluso adversidades; pero se requieren ojos para verlas y corazón para aceptarlas. Cuando agradecemos valoramos, protegemos y hacemos buen uso del regalo o don recibido.

Sin embargo, no es fácil ser agradecidos, cuando sólo valoramos las cosas que nos gustan, que nos produzcan placer y que satisfagan nuestros deseos y expectativas. Por ejemplo, solemos resentirnos con la vida porque rechazamos las experiencias dolorosas si somos ciegos al crecimiento que traen aparejadas, y por otra parte, tendemos a fijarnos más en lo que falta, en lo que no recibimos, que en lo que sí tenemos o nos ha sido dado, es decir, nos fijamos más en el hueco que en el pan de la dona; no valoramos lo que sí hemos recibido, porque lo juzgamos insuficiente o defectuoso; no vemos lo que ya es nuestro porque buscamos lo que hace falta. Nos solazamos platicando nuestras desgracias y olvidamos nuestras bendiciones. Desta mentalidad surge la ingratitud y sus consecuencias: pobreza, resentimiento, soledad y aislamiento.




TIRANO DEL CORAZÓN: LA INGRATITUD

La gratitud surge del amor, la actitud contraria es la ingratitud que surge de la ceguera, de la visión de corto alcance y del egocentrismo. Nos lleva a tener una actitud equivocada para enfrentar las circunstancias de la vida y nos deja resentidos, nos hace hipercríticos de los demás, y nos acostumbramos a hacer recriminaciones o demandas constantes. Con ello, sólo conseguimos sentirnos desilusionados, pesimistas, tristes y llenos de ira. Nos instalamos en la nociva autocompasión: “pobre de mi”. Si la ingratitud hablara, diría: “el mundo no me merece”, “nadie está a la altura de mis cualidades”, “yo merezco mucho más”, “es injusto todo lo que me pasa”, “lo que tengo es solo por mi propio esfuerzo, nadie me ayudó”, “yo soy muy bueno y todos los demás unos malvados o unos tontos que no me aprecian en lo mucho que valgo y merezco”.

La ingratitud, dicen los grandes sabios, es causa de la mayoría de las miserias de nuestra vida, pues no somos capaces de disfrutar de la felicidad ni de las bendiciones, ayuda y soporte que hemos recibido; nos hace ciegos a ellas. Creemos que los demás siempre se quedan “cortos” ante nuestros supuestos merecimientos. La ingratitud es una justificación para no dar nada.

TIRANOS INTERNOS EN QUE SE APOYA LA INGRATITUD

La ingratitud se alía para fortalecerse del deseo y la insatisfacción constante. Es un impulso a siempre querer más o mejor, más de todo: más dinero, más poder, más prestigio, mas poder de compra, mas influencia, más reconocimiento, mas apoyo, más comprensión, etc. Nada nos basta, nada es suficiente, con nada nos satisfacemos realmente.

Otro tirano es la pereza o indiferencia que nos lleva a evadir nuestras responsabilidades o deberes morales, pretextando no estar preparado, no ser suficientemente bueno, ser muy pobre, muy tonto, etc. Aparece en la baja autoestima.

El deseo de controlar a los demás, juzgando su conducta. Nos lleva a poner condiciones para ofrecer nuestro apoyo. “Yo le daría siempre y cuando el hiciera…” “Si el fuera como yo quiero, todo sería maravilloso y yo lo podría amar”.

El más nocivo es la arrogancia u orgullo, pues va de la mano de la ira. Nos lleva a creer que somos superiores a los demás y que merecemos más que los demás. Nos vuelve crueles o arbitrarios. Nos impulsa a ser demandantes o abusivos creer que solo debo recibir, pero no dar. Se expresa así: “o es a mi manera o no doy nada, “o todo o nada”, “no está a mi altura”, “de favor lo abrazo y todavía quiere que lo apriete”, “no merece mi ayuda”, “quien se cree que soy yo, le daré una lección”, etc.

Como ves, la ingratitud tiene muchos disfraces y puede ser muy sutil. En el fondo es miedo al amor que todo da, miedo a la entrega y al compromiso mutuo y rompe el equilibrio del dar y recibir, por eso la ingratitud acarrea desgracias y detiene el crecimiento.

Sin embargo, recuerda que también podemos ser ingratos con nosotros mismos, cuando no valoramos nuestra vida, nuestro esfuerzo, nuestros orígenes, nuestras cualidades y potencial y nuestros logros, cuando olvidamos nuestros sueños e ideales y dejamos de comprometernos con lo mejor de nosotros mismos. También a nosotros nos podemos “subir la cuota”: “no soy suficientemente bueno”, “no merezco”.

La buena noticia es que la gratitud se puede aprender y la ingratitud se puede trascender cuando tenemos la intención firme de hacerlo. Cada pensamiento de gratitud, cada acto que lleva la intención de reconocer, honrar, celebrar y cuidar los bienes que hemos recibido, así como nuestros actos generosos para retribuir a la tierra, a la vida, a los demás o a Dios sus dones, libera a nuestra mente de la oscuridad y el yugo del egocentrismo y sus tiranos.

Nos dice una gran maestra espiritual: “Ser agradecido a Dios no significa inclinarse ante Él y decir: “Oh Dios, te amo”. Ser agradecido a Dios significa amar su creación y a todas sus criaturas”. Y recuerda, tú eres su criatura.

Por eso la gratitud es una práctica que nos eleva espiritualmente, es muy poderosa para transformar nuestra actitud y estado interior y puede convertirse en el estado habitual del corazón generoso y amoroso.

Quizá ahora puedas estar más consciente del profundo significado de la celebración del Día de acción de gracias, más allá de sentarte a cenar pavo con tus seres queridos.





3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Yo si soy bien agradecidA,CON TODO Y CON TODOS, MIS AMIGOS MI FAMILIA,MIS HIJOS,MI VIDA,todo lo que hemos logrado especialmente en este pais,lo tengo bien presente y siempre he agrradecido a las personas por las cuales,estoy aqui,nosotros no nos sentamos a cenar pavo nada mas qeu por cierto me sali9o bien bueno.Gloria y familia.

6:14 p.m.  
Blogger Abraxas said...

Celebro contigo la gratitud mi querida Gloria. besos

9:36 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

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8:21 a.m.  

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