"La obra de Arte más bella del mundo: el Mahesh Murti de Elephanta. Es la única obra que ha sido hecha desde la meditación." Krishnamurti,Tradición y Revolución.

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martes, septiembre 28, 2010

¿Qué Celebramos en este Bicentenario?

Por Rosa Elena Contreras



"La Salvación, la meditación,

el recogimiento y el renacer de un pueblo,
no se realiza en la superficie
ni tiene lugar en las masas
sino que acontece,
de modo silencioso y recatado,
en los individuos."


Herman Hesse


Y bueno, dado que actualmente muchas personas manifiestan estar en contra de la celebración gubernamental del bicentenario, tal vez podamos coincidir en celebrar, por lo menos, la formación de México como país, lo cual nos dio mayor unidad y un proyecto de nación más o menos común.

Sobre todo, podemos celebrar a la población de a pie, esa que recibe un pequeño salario –cuando lo recibe-, que vive simplemente para sacar adelante a su familia, paga la luz, va al mercado, y si tanto progreso posrevolucionario se lo permite, hasta puede mandar a sus hijos a la escuela y llevarlos al doctor. Esa población que a sobrevivido a las guerras absurdas y fraticidas, a la cual, oportunamente los líderes y políticos le han informado que han sido llevadas a cabo única y exclusivamente “por su propio bien”. La tolerancia, la fortaleza, templanza y la confianza en un futuro mejor de esa población sobreviviente, es digna de ser celebrada. Una población común y anónima, que nos aglomera a usted y a mi, y que poco es tomada en cuenta a la hora de los múltiples reconocimientos oficiales. Nosotros los anónimos, que solemos ser la carne de cañón, podemos celebrar el haber salido más o menos airosos de las maniqueas divisiones y guerras que a través de la historia produjeron las ideologías, los partidos con todo y sus radicales o narcisistas representantes. La historia nos muestra como tanta alucinada ideología, que sus líderes nos presentaban como soluciones mágicas para todo mal, y que finalmente se le impusieron a la población, a a como diera lugar; a través de acuerdos entre élites, constituciones, leyes y decretos. Así, de la noche a la mañana, México debía convertirse en algo mejor, un remedo de España, Francia o Norteamérica y hasta en intentos de asemejarse a la U. Soviética. Haber qué nos espera cuando les dé por admirar extraterrestres. ¿Qué no sería suficiente con iniciar con algo más simple y sabio como dejar de despreciarnos? O hasta algo que hoy por hoy parece muy pretencioso, acabar con la impunidad, los privilegios de unos cuantos y con la endémica corrupción que echa al caño cualquier iniciativa de mejora.

No obstante los encendidos discursos de cada ideología, no han logrado pasar la prueba del tiempo, ni de la inteligencia ni de los hechos cuando les toca ejercer el poder, y mucho menos, del amor y el respeto a los derechos humanos. Por eso, la prueba de la realidad y el tiempo han puesto la perspectiva correcta, por eso, a los héroes se les tuvo que crear un mito, el cual por supuesto no aguanta un análisis histórico. Guerras y mayor pobreza e injusticia fueron generadas por supuestos grandes ideales, los cuales terminaron en absurdos ideológicos y abusos de poder y corrupción. Una realidad que ni muchos de los mejores hombres pudieron vislumbrar; estaban ya tan casados con sus propias ideas, tan aferrados a sus puntos de vista, tan deseosos de demostrar que ellos y solo ellos tenían razón, tan comprometidos con grupos afines, tan enfrascados en discusiones bizantinas con otras ideologías, tan ciegos y dispuestos a descalificar los hechos vividos y denunciados por la población común que sí vivía los horrores de tan "progresistas" ideales defendidos por intelectuales en el escritorio y en el café. Muchas grandes ideas han caído, por su propio peso, en la tierra de la realidad y y el descrédito, así como sus creadores, así como sus entusiastas o coléricos impulsores; que con su inflamada retórica, habían hecho pasar a un gato por liebre. Y si los hechos no coincidían con la realidad, peor para la realidad.

Entonces, lo que es innegable y podemos celebrar, es que finalmente hemos logrado una unidad básica al habernos conformado y reconocido como nación, como mexicanos, aunque con un proyecto de país que no termina por cuajar y definirse para el largo plazo. Hemos construido una unidad que apunta a nuestros valores y humanidad, a la abundancia de nuestro corazón, a nuestra fe, a nuestras tradiciones comunes, al valor de la familia, de la amistad, a la solidaridad. Nos sentimos identificados y celebramos la alegría, el sentido del humor, la música, el baile, la religiosidad, el arte, la buena voluntad, el desprendimiento, el desapego y la confianza en algo superior, así como en la bondad humana. De eso nos sentimos orgullosos, esa es nuestra verdadera abundancia y podemos celebrar eso que sí nos pertenece y de lo cual sí participamos y compartimos diariamente. Todo esto, además de ser más tangible y realista, es una visión más rica y expansiva que la estrecha e ideologizada visión de país que nos ofrecen los políticos y los supuestos héroes, donde la existencia es convertida en estrecho túnel de blanco y negro, limitada a una lucha política entre grupos; en que la población es simplemente la carne de cañón y la taimada justificación para sus eternos enfrentamientos por el poder, la vanidad, el estatus, el dinero, la gloria y el reconocimiento. Revisando la historia de la humanidad, vemos como el enorme egocentrismo de unos cuantos, ha llevado a millones de seres humanos a la muerte cruel y sin sentido.

Después de tantas apologías y derramamiento de tinta para ensalzar a los héroes y sus gestas, el pueblo sabe que no todos merecen tan alto título, no todos los beneficiaron, aunque tengan nombre de calle. Sabemos que no son todos los que están, ni están todos los que son.

Celebremos entonces que la sociedad común ha sobrevido a la división mental, absurda, cruel y antagónica, tan vívidamente fomentada por la política y las religiones. Una visión estrecha y maniquea que siempre termina por separar y enfrentar como enemigos a una misma nación. Una división tan simplona y estúpida que termina por reducir la fantástica diversidad humana en: buenos-malos, derecha-izquierda, inteligentes-tarados, ricos-pobres, blancos-morenos, nacos-VIP, bonitos-feos, exitosos-fracasados. Luchemos porque estas taras mentales no logren reducir al ser humano y a México en dos ridículas categorías antagónicas siempre enfrentadas, que anulan toda posibilidad de entrar en el círculo virtuoso de la colaboración y el respeto creativo.

Así que merecemos celebrar que no hemos fallecido en el intento de tratar de creer, comprender y razonar con los partidos políticos y sus representantes; podemos celebrar que hemos logrado mantenernos despiertos en sus choros plastificados y tecnificados, tan aburridamente predecibles; podemos celebrar que hemos logrado mantener los pies en la tierra ante las delirantes ideas mesiánicas que tiempo en tiempo aparecen en el mundo; y sobre todo, celebramos que hemos conservado la confianza y la serenidad ante las amenazas constantes del fin del mundo con que nos aterrorizan cada decenio. Celebramos que, por lo menos algunos, han logrado preservar su inteligencia ante la andanada de programas televisivos, de radio, revistas, periódicos para retrasados mentales y menores de edad; celebremos que, por lo menos algunos, han logrado hacer un pequeño ahorro sin ceder mecánicamente ante el bombardeo comercial de una sociedad y economía sostenida en el consumo, por más absurdo y enajenante que este pueda llegar a ser. Celebremos pues aquello que es digno de ser celebrado: México como es, en su población común y vida diaria, con sus luces y sus sombras, con sus logros y tareas pendientes y con su luminoso corazón que ningún político ha logrado comprender, y afortunadamente, tampoco conquistar.

Celebremos que a muchos mexicanos, ningún discurso político ha logrado persuadirlos con su visión maniquea de México. Celebremos que no han logrado separarnos ni empobrecer nuestra percepción de México y la humanidad como algo infinitamente más grande que las ideas de un tiempo y de una época. Lograr ver al ser humano concreto, a la persona mas allá de su ideología, de sus creencias, historia y conducta, ese sí que es un gran logro humano, el cual tiene que ver con la benevolencia y la compasión, no con la ideología que solo sabe poner etiquetas. Poder darnos cuenta el valor de la humanidad y vivir en consecuencia, será algo para honrar, reconocer y celebrar hoy y siempre.

Entonces celebremos la vida, el amor, los amigos, la familia y la confianza en México, o sea, en nosotros mismos como personas y como nación. Celebremos la simple sobrevivencia a tantos laureados "héroes", a tan abundantes y “brillantes ideas” y a tan nobles y sospechosos políticos que nos atiborran de sus propósitos con tan buena mercadotecnia.

Celebramos que hemos sobrevivido a tanto villano disfrazado de héroe y magnánimo salvador. Héroes y políticos cuyas vidas y acciones, no aguantan ni un periodicazo, y muchísimo menos una seria investigación. Políticos que requieren de caros programas propagandísticos, mentiras, ocultamientos, máscaras y maquillaje; sabedores que su persona e intenciones necesitan múltiples disfraces para simular y disimular cualidades y defectos; intentando parecer ante nosotros, como aquel gran hombre que sacará a México de la ignominia y el subdesarrollo. Pocos héroes reales tenemos, y con astucia los políticos usan de pantalla y favorecedora bandera para sus propios fines; nos afirman ser fieles representantes de sus ideales, y aprovecha que la historia oficial, se empeña en otorgar a dichos héroes, todo el mérito de haber creado patria al implantar su interpretación personal de país, de mundo, de bien y de progreso, a costo de la vida y la paz de la población común, a costa de quitarle lo único que tenía: la confianza y tranquilidad del día a día.

De tanto tratar de mejorarnos y de insistir en hacer a México a su imagen y semejanza, los supuesto héroes terminaron por llevarse la confianza de la población en la buena voluntad y rectitud de los líderes cuando éstos se deciden a "mejorar nuestras pobres y lamentables vidas", poniendo a la población al servicio de sus ideas y deseos; ofreciendo remedios que son peores que la enfermedad: guerra, confrontación y muerte. Una predecible, machacona y varonil lucha política por el poder, que no por el servicio. ¡Dios nos agarre confesados ante semejante proactividad! Por favor, ¡ya no nos defiendan compadres!.

Celebremos que México, su población general, es más grande que muchas de las ideas y las locuras de cada época histórica que le ha tocado vivir y sufrir, con todos y algunos de sus deslumbrantes líderes. Celebremos salir adelante a pesar de tanto gandalla, de tanta corrupción, de tanta mentira, de tanta violencia e injusticia, sin perder la cordura, la confianza, la alegría y el sentido de la existencia. Tan grandes héroes y políticos bien merecida tienen su estatua de piedra y su nombre en las calles, fuera y lejos del hogar, en donde se despierta y cultiva el corazón humano, el verdadero corazón de México; ese México es el que todos sí celebramos, con y sin presupuesto, con programa político y sin él.

saludos